Un transgénico (organismo genéticamente modificado u OGM) es un ser vivo creado artificialmente con una técnica que permite insertar a una planta o a un animal genes de virus, bacterias, vegetales, animales e incluso de humanos. Por ejemplo, los biotecnólogos pueden tomar el gen de una bacteria e insertarla en el maíz, creando un organismo vivo completamente nuevo, esto con el fin de producir una sustancia insecticida; o, bien, insertarle un gen para darle resistencia a herbicidas.
Esta técnica permite a los biotecnólogos saltarse la selección natural al intercambiar genes entre especies e incluso reinos que naturalmente no podrían cruzarse. El objetivo de la biotecnología aplicada a la agricultura es controlar la producción de alimentos, a fin de lograr mayores ganancias para empresas como Monsanto, Bayer, Syngenta, Pioneer y Dow Agroscience, que al desarrollar estos organismos tratan de controlar los granos básicos que alimentan a la humanidad como maíz, soya, canola, algodón, sorgo, arroz y trigo.
Riesgos de los transgénicos
Sin embargo, los problemas de salud no son los únicos asociados al uso de transgénicos. Estos seres vivos nuevos también representan una amenaza para la biodiversidad, generan nuevos problemas a los campesinos que producen nuestros alimentos y lejos de contribuir a lidiar con un escenario de cambio climático, lo agravarán, pues implican un uso desmedido de agrotóxicos, una disminución en la diversidad de semillas y en realidad no están diseñados para enfrentar este desafío.
Los transgénicos y la salud
Nadie nos garantiza que el consumo de alimentos transgénicos sea seguro para la salud de los consumidores en el mediano y largo plazos. Por el contrario, diversos estudios de laboratorio muestran claramente que el consumo de transgénicos presenta serios riesgos para la salud humana: nuevas alergias, aparición de nuevos tóxicos, disminución en la capacidad de fertilidad (en mamíferos alimentados con OGM), contaminación de alimentos, problemas en órganos internos, entre otros.
Las empresas de transgénicos se han negado a hacer pública información vital que demuestra los problemas para la salud humana por el consumo de alimentos transgénicos. Distintos científicos han revelado que Monsanto omitió reportar efectos negativos serios en salud, como los signos detoxicidad en órganos internos de las ratas.
Amenaza a la biodiversidad
Los transgénicos pueden producir impactos inesperados e irreversibles en el ambiente, tales como la contaminación genética de especies nativas o silvestres. En el caso de México, cuna del maíz, los maíces nativos corren peligro de ser contaminados genéticamente debido al flujo del polen, transportado por el viento y los insectos, así como por el intercambio de semillas, costumbre fundamental de los campesinos que siembran este grano. De hecho, ya se han presentado diversos casos de contaminación, debido a la siembra ilegal, deliberada o accidental, de maíces transgénicos.
Los cultivos experimentales, incluso a pequeña escala, presentan grandes riesgos de contaminación genética, por lo que deben ser prohibidos. La contaminación transgénica de los granos implica acabar con la diversidad de variedades. Tener pocas variedades -o una sola- de una planta nos impide enfrentar problemas como plagas, super malezas y los extremos del clima, tales como sequías y heladas.
Además, cultivar plantas transgénicas demanda un uso intensivo de agroquímicos y un modelo estricto de monocultivo que afecta la fertilidad de los suelos y contamina los cuerpos de agua.
El incremento del uso de pesticidas aumenta la contaminación química y crea resistencias.
Un ejemplo de esto lo vemos en Estados Unidos, donde el uso de glifosato como herbicida en cultivos transgénicos “Roundup Ready” está propiciando que las hierbas invasoras desarrollen resistencia al químico. El problema, que se extiende con rapidez, ha vuelto practicamente ineficaz la aplicación del herbicida, obligando a los agricultores a deshierbar a mano, una ardua labor, totalmente anacrónica en el panorama estadounidense de grandes campos industrializados.
En cuanto a las plantas Bt (resistentes a un insecto), no se ha verificado una reducción del uso de agroquímicos. Por el contrario, han aparecido plagas resistentes al Bt, ya que los organismos atacados por las toxinas de las plantas Bt se vuelven resistentes a esta toxina perdiendo su eficacia.
Nuestro maíz en peligro
México es centro de origen y diversidad del maíz, lo que significa que nuestro país es cuna de ese grano, uno de los más importantes para la seguridad alimentaria mundial. Los transgénicos hoy amenazan al maíz, el regalo más importante que le hemos dado al mundo.
Cada año, México importa de Estados Unidos cerca de 10 millones de toneladas de maíz, de las cuales más del 80 por ciento son de maíz transgénico, debido a que los cultivos convencionales fueron desapareciendo en ese país, en gran medida como consecuencia de la contaminación genética. Las autoridades mexicanas no hacen ningún tipo de monitoreo ni tienen control sobre el maíz importado, por lo cual además de que se puede desviar para siembra y contaminar nuestros maíces nativos, también es posible encontrarlos en muchos de los alimentos industrializados que se venden en nuestro país.
En el año 2009, el gobierno mexicano autorizó las siembras experimentales de maíz transgénico en nuestro territorio, situación que pone en riesgo de contaminación nuestros maíces nativos, amenaza a agricultores y a consumidores y compromete nuestra soberanía alimentaria. No podemos permitir que se siga expandiendo la siembra de maíz transgénico; permitir esta expansión pone en riesgo al principal reservorio de semillas de maíz en el planeta.
De quién son las semillas
A pesar de que las patentes fueron creadas para proteger los inventos mecánicos, hoy muchos países, entre ellos México, otorgan patentes a las empresas transnacionales sobre genes, procesos de modificación genética, semillas e incluso plantas completas.
Estas nuevas patentes le quitan a los agricultores y campesinos el derecho de guardar las semillas de su propia cosecha para usarlas en la siguiente temporada de siembra, lo que amenaza sus tradiciones y sus medios de subsistencia. Tradicionalmente, las semillas y plantas son patrimonio de la humanidad, muy especialmente son patrimonio de quien las siembra.
Mediante el sistema de patentes, las empresas “se adueñan” incluso de organismos vivos por 20 años, sin importar quién las compre, venda, siembre o coseche.
El sistema de patentes permite la apropiación exclusiva sobre ciertas formas de vida, dando a las empresas el control, casi total, sobre quienes compran semillas transgénicas. Mediante la firma de un contrato obligan a los productores a comprar nuevas semillas cada año, prohibiéndoles separar parte de su cosecha para la siguiente siembra como lo han hecho desde hace miles de años.
Con las patentes de plantas y semillas se contribuye a la consolidación del mercado global de la semilla, actualmente controlado por cinco compañías: Monsanto, Bayer, Syngenta, Dow AgroSciences y Dupont (Pioneer-Hi-Bred).
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